Son las ocho de la noche. Para muchos la jornada laboral ha terminado y es tiempo de descansar, compartir con sus seres queridos, disfrutar de algún pasatiempo o ver la telenovela del momento. Son las ocho de la noche y Miguel se prepara para ir a trabajar. La noche será larga, fría, solitaria, pero sus bolsillos vacios lo empujan hacia la esquina de siempre. Y allí, en esa esquina, de aquella ciudad en tinieblas, Miguel se dispone a usar todas sus armas, y porque no, su inteligencia para conseguir su propósito: unos veinte dólares para la comida del día siguiente, una caja de cigarrillos y alguna droga ilegal que consiga a buen precio. Pero en el fondo, Miguel busca más.
Miguel vive con su primo en un pequeño apartamento en la misma ciudad en que trabaja. Ambos se dedican a la prostitución y a algún otro trabajito que caiga de vez en cuando. Cuando cae la noche, ambos salen juntos a trabajar, y al llegar a la ciudad, cada cual toma su rumbo, su esquina, y es entonces cuando comienza la espera.
Unos cuantos carros pasan y observan. Algunas personas ven a un pobre hombre parado en una esquina, otras ven a un hombre lujurioso capaz de satisfacer sus deseos carnales, y otras, miran con detenimiento y ven a Miguel, un chico de 29 años, guapo, inteligente, y necesitado de amor. Miguel tiene una hija de aproximadamente ocho o nueve años, y prácticamente no la ve. Es adicto a la marihuana, única droga que utiliza y que para él es normal porque “es medicina, sirve para curar el asma”. Y al parecer Miguel es asmático crónico y cada noche y cada día necesita su medicina.
Los carros siguen pasando, y algunos se detienen. Unas cuantas palabras fluyen entre Miguel y su potencial cliente. Miguel usa todos sus recursos para convencer, como cualquier vendedor que necesita acabar su mercancía. El no pide mucho, sólo 20 dólares y te asegura pasar un “buen momento”. Algunas noches nadie acepta su oferta, quizás porque es mucho lo que pide o poco lo que ofrece, otras, en las que tiene “mejor suerte”, aparece algún cliente que acepta y Miguel lo arriesga todo por sus deseados 20 dólares.
Y así las noches siguen pasando, y la vida continúa su marcha. El mundo gira sin percatarse de que Miguel sigue en la misma esquina buscando sus 20 dólares, pero en el fondo, Miguel busca más que eso. Busca amor, comprensión, un abrazo, y alguien que lo motive a salir de su esquina. Mientras ese motivo aparece, seguirá allí, con los bolsillos vacios ansiosos de dinero, y el corazón vacio ansioso de amor.
1.4.09
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